Concepto de Sabiduría

Cynthia Bourgeault dice que: “La sabiduría no es saber más sino saber más de uno mismo”. Esto nos abre una redirección fundamental de nuestros esfuerzos por conocer y comprender el significado y el propósito de la vida. Con anterioridad, hemos confiado en nuestro cerebro de pensamiento racional para abordar las grandes preguntas de la vida. Pero con el trabajo de Sabiduría se añade el uso de nuestros corazones y nuestros cuerpos también.

La Sabiduría es más profunda que cualquier expresión religiosa en un sentido real. Es más bien la corriente subterránea profunda que conecta todas las religiones del mundo y de la cual fluye desde el manantial subterráneo de la realidad unitiva.

Tal vez podamos decir que la Sabiduría no representa el qué en términos del contenido de un sistema de creencias en particular, sino más bien el cómo en términos de la forma en que las cosas se expresan cuando descienden al nivel de lo unitivo. De todos modos, en lugar de vincularse exclusivamente con cualquier sistema religioso, la Sabiduría es explícitamente interreligiosa. Pero la profundidad que marca esta Sabiduría es cualitativamente diferente de lo que se encuentra cerca y por encima de la superficie. Allí, sobre la superficie, las diversas tradiciones espirituales se distinguen por diferencias significativas en creencias, rituales y teologías. Pero en las profundidades de la Sabiduría todos se unen a través de la comprensión unitiva que une toda la vida en una totalidad profunda.

Como cristianos, podríamos afirmar que nuestra religión proporciona ese lugar de dónde viene la Sabiduría. Podemos tener la profunda sensación de que Jesús mismo encarnó esta Sabiduría. De hecho, el título principal que se le dio a Jesús fue el de moshelim, es decir, un maestro de Sabiduría, y enseñó en mashal, es decir, parábolas y dichos de Sabiduría. El mismo parecía la personificación de la Sabiduría, moviéndose por la vida con un corazón lleno de compasión, generosidad y amor. Sin embargo, no todos captaron sus acciones o sus enseñanzas. Algunos de sus oyentes lo entendieron, pero la gran mayoría no. Incluso la gente, que a veces parecía captar el mensaje que estaba transmitiendo, no siempre fue capaz de mantener este entendimiento.

Jesús, el maestro de la Sabiduría, no implora a sus oyentes que sean mejores y más rectos ciudadanos; sino, les trata de convencer y les suplica que despierten. Nunca predicó una vida moral recta para ser vivida en esta vida a fin de ganar la entrada al cielo en la próxima vida. Por el contrario, invitaba a sus oyentes para que se dieran cuenta que el reino de los cielos está aquí mismo, en el momento presente.

Los amigos y seguidores que parecían captar la Sabiduría del maestro parecían haberlo hecho porque su nivel de ser se elevó, al menos temporalmente, a un punto en el que podían resonar con la frecuencia de la Sabiduría que él estaba enseñando y transmitiendo y su verdad tocó lo más profundo de sus corazones. Además, su presencia les proporcionó una especie de alquimia divina que los llevó a un sentido de unión generalizado. A través de esta experiencia fueron transformados de adentro hacia afuera.

La apertura a toda la profundidad de la Sabiduría del Evangelio requiere la receptividad de un cierto estado mental o un cierto estado de ser. Sin eso, la Sabiduría de Jesús no puede ser recibida. Cuando pasas a las profundas verdades de la Sabiduría de Jesús solo a través de la mente pequeña, todo lo que obtienes es una consolidación más profunda en lo que ya creías sin ocurrir la transformación que le acompaña.

Este entendimiento ha sido trágicamente pasado por alto en Occidente. Comenzando con las controversias doctrinales de los siglos tercero y cuarto, la Iglesia ha hecho de nuestra fe una cuestión de creencia mental, y nuestra tradición se ha vuelto excesivamente influenciada por credos y declaraciones doctrinales de creencia y no guiada por la verdad espiritual real que nace de la experiencia.

Por lo tanto, el trabajo de Sabiduría es un esfuerzo para regresar a los fundamentos esenciales de la experiencia de nuestra fe cristiana. Esto no quiere decir que ignoremos, neguemos o subestimamos la gracia, sino que debemos de ser instrumentos de recepción y transmisión del amor de Dios.

El reino del que habla Jesús requiere que empleemos un nuevo sistema operativo que pueda realizar operaciones de un orden completamente diferente. Cuando este sistema está en funcionamiento es posible una forma completamente nueva de ver y donde se puede acceder al ser de uno a nivel mucho más alto. Este nuevo sistema lo podemos llamar el sistema operativo del corazón.

 El trabajo de Sabiduría implica crecer más allá de nuestras mentes pequeñas para entrar en nuestras mentes más grandes o sea nuestros corazones. Por lo tanto, el trabajo de la Sabiduría no es cancelar el sistema operativo egoico de la mente más pequeña, es más bien ayudarnos a desarrollar el sistema operativo del corazón de la mente más grande, que ya tenemos pero que se encuentra en forma adormecida, y de lograr la integración de estos dos sistemas en nuestro ser.

[1] Cynthia Bourgeault, An Introductory Wisdom School: Course Transcript and Companion Guide (Wisdom Way of Knowing: 2017), 2.

[2] William Redfield. Notes from the program From Self to Other. September 18, 2022 

https://www.williamredfield.com