De La Curación A La Santidad_1

Un punto que deseo tocar hoy es sobre  la metáfora que usa el padre Thomas Keating del terapeuta Divino:

“Dios es como un terapeuta divino”, es lo que sostiene Thomas Keating; está hablando en el lenguaje de la poesía, no de la ciencia. Sin embargo nos  ayuda a entender el proceso que ocurre durante la Oración Centrante. Si se la toma demasiado literalmente o se la lleva demasiado lejos, puede terminar distorsionando el camino que está tratando de iluminar.

Hay que recordar que:

  “La psicoterapia clásica tiene lugar dentro del dominio del funcionamiento egoico; su objetivo es mejorarlo. A través de la terapia, las personas heridas y disfuncionales obtienen la ayuda que necesitan para vivir una vida mejor adaptada y más exitosa. Los egos débiles y dañados ganan autoestima, y los demasiado defendidos aprenden a relajarse y disfrutar del viaje.”

“El trabajo espiritual clásico, sin importar cuál sea la tradición religiosa, se trata de trascender el ego. Busca despertar dentro de una persona algo que se reconozca como “verdadero yo” o Yo superior. Esto no significa necesariamente eliminar el ego, sino más bien desplazarlo como asiento de la propia identidad personal. El proceso es como descubrir que la tierra gira alrededor del sol y no al revés.”

En la versión del viaje espiritual de Keating, cuando uno emprende este viaje para “desmantelar el falso yo”, ¿qué es exactamente lo que se está desmantelando? Y cuando ha sido desmantelado, ¿quién o qué es el yo que queda?

El término falso yo no se origina con Thomas Keating; lo encontrará extensamente en los escritos de Thomas Merton y otros escritores espirituales. Pero casi siempre se usa en un sentido genérico, más o menos sinónimo de funcionamiento egoico en sí mismo. 

Al adaptar el término a su propia enseñanza, Thomas Keating añade un matiz muy significativo. En su versión, el falso yo siempre está herido; surge específicamente como un mecanismo de defensa contra las amenazas y privaciones percibidas durante la infancia y la primera infancia (e incluso en el útero). 

 El falso yo es, por definición, neurótico y, al menos en teoría, es un error prevenible, ya que sus raíces se encuentran en última instancia en las deficiencias de la crianza (ya sea intencional o no). El falso yo de Keating no es solo un funcionamiento del ego per se, sino una función del ego particularmente inadaptada que necesita un diagnóstico y tratamiento adecuados.

Este uso más restringido del término encaja muy bien con la psicología clásica del desarrollo. Pero inadvertidamente introduce otra posibilidad en la ecuación. Si el falso yo se define como una manifestación distorsionada del ser egoico, entonces la inferencia demasiado obvia es que el verdadero yo sería el ego curado de sus distorsiones y defensas, o en otras palabras, el ego sano.

Si se comete este error, la trascendencia del ego desaparece del cuadro, y “la terapia divina” se convierte simplemente en una vieja terapia. La individualidad trascendente del ego no ocurre. Simplemente  ocurre un funcionamiento egoico elevado. Sucede que disminuyen las partes negativas de los programas del falso yo y por lo tanto se abre la capacidad de abrirse éxito en el mundo.

El “verdadero yo” cuando se describe teológicamente, operativamente implica el cambio a un tipo diferente de conciencia llamada no dual o “unitiva” en la terminología  cristiana clásica, que fluye desde un lugar más profundo dentro de nosotros.

La evolución  de nuestro viaje interior casi siempre comienza a través de un despertar de la conexión con esa conciencia más profunda e ilimitada dentro de nosotros, como ocurre en la práctica de la Oración Centrante.

Pero una vez que se ha experimentado esto, el cambio del yo egoico al yo trascendente o “verdadero” se  lleva a cabo tradicionalmente en el trabajo interior a través del desarrollo de un  observador interior, cuyo propósito es hacer un seguimiento del panorama general y mediar entre estos dos sentidos legítimos pero muy diferentes de la individualidad. El punto principal es cuando trabaje con la metáfora de la terapia divina, es que se tenga en cuenta que el objetivo de esta “terapia” se extiende mucho, mucho más allá de la terapia tal como se ha constituido tradicionalmente. Se trata realmente de la santificación. Es la “terapia” del Misterio de Cristo.

Referencia: Bourgeault, Cynthia. Centering Prayer and Inner Awakening. Cowley Publications, 2004, Chapter 10, From Healing to Holiness p.101-110 

Creación De La Practica De la Oración Centrante como Método Devocional y Psicológico

Método desarrollado específicamente como un diálogo entre el lenguaje clásico del camino espiritual cristiano y los modelos psicológicos contemporáneos.

En la década de los 60 Fr. Keating y los hermanos de la Abadía de St. Joseph en Massachussets, comenzaron a desarrollar una renovación de la oración contemplativa de manera de poder responder a la deserción masiva de católicos  a caminos espirituales orientales. Se basó en el uso de un libro llamado “ La Nube del Desconocimento” de autor anónimo del siglo XIV. 

La Oración Centrante, como se llamó el método, era un método devocional puro y simple. Una forma de profundizar e intensificar la relación con Dios. En ese momento no había ninguna base psicológica.

En el verano de  1983, Fr. Keating organizó el primer retiro Intensivo en La Fundación Lama en San Cristóbal, New Mexico, por un periodo de 2 semanas, en donde se pudiera tener una inmersión profunda.

Los efectos fueron impresionantes al ser expuestos a 5 horas diarias de meditación.     Lágrimas, recuerdos reprimidos, intuiciones profundas, todo mezclado en la superficie, junto con una sensación de catarsis y vínculo entre los 12 participantes .

 Fr. Keating hace referencia de haber visto a las personas pasando en 10 días lo que les hubiera costado 20 años en el monasterio. ¿Qué había sucedido? Fr. Keating se dió cuenta que el método de la Oración Centrante había producido estos efectos.

La Oración Centrante es un método de rendición, o, para describir este mismo movimiento desde un punto de vista psicológico más que un punto de vista teológico, un método receptivo. No implica una concentración sino una relajación de la atención para que ya no haya un foco unidireccional para la mente.

La Psicología Transpersonal estaba en ese momento todavía en su infancia, pero 

desde entonces ha confirmado lo que Keating descubrió a través de observación: cuanto más receptivo es el método de meditación, mayor y más inmediata es la implicación del inconsciente. 

Los métodos concéntrativos, que implican siempre un cierto grado de esfuerzo egoico, tienden a retardar la participación del inconsciente. Los métodos receptivos, por otro lado, lo fomentan, particularmente en una situación de grupo intensivo como el retiro pionero.

Pero el verdadero salto intuitivo de Keating fue reconocer la importancia de esta observación: esta “descarga del inconsciente”, como él la llamaría más tarde, no era un efecto secundario intrascendente, sino un proceso de purificación significativo en el trabajo. De hecho, este fue el vínculo de conexión que había estado buscando durante mucho tiempo, entre la purificación tal como se presenta tradicionalmente en la enseñanza cristiana (como una reprogramación de la motivación consciente, o la lucha contra el pecado), y la realización de la psicología contemporánea que tal reprogramación va sólo superficialmente y, de hecho, puede causar graves daños si se utiliza para la represión y la negación de los impulsos inconscientes. “La verdadera ascesis es la purificación de los motivos inconscientes”, había argumentado Keating durante mucho tiempo, pero ¿cómo llegar a ellos? Con la Oración Centrante como catalizador del inconsciente, encontró su herramienta y su paradigma.

Así, la Oración Centrante renació no sólo como un método devocional sino también psicológico. En la década que siguió a ese primer retiro de Lama, reconociendo la necesidad de proporcionar apoyo y un marco conceptual para las crecientes filas de practicantes de Oración Centrante, Keating produjo la primera cinta de 24 serie de videos, luego una serie de libros: Mente Abierta, Corazón Abierto (1986), El Misterio de Cristo (1987), Invitación al Amor (1992) e Intimidad con Dios (1994), en las que despliega una visión cada vez más cohesiva y sutil del “viaje espiritual” cristiano: el camino de la sanación interior y la transformación que comienza cuando uno adopta una práctica regular de la Oración Centrante.

Hoy día, es por esta enseñanza que es principalmente conocido  y sobre la que descansa su enorme popularidad como maestro espiritual. En sus palabras, “El Método de la Oración Centrante se desarrolló específicamente como un diálogo entre los modelos psicológicos contemporáneos y el lenguaje clásico del camino espiritual cristiano”.

En una síntesis ambiciosa e innovadora, Keating entrelaza la sabiduría tradicional de Tomás de Aquino, Teresa de Ávila y Juan de la Cruz con las ideas contemporáneas de Ken Wilber, Michael Washburn, Jean Piaget e incluso el Método de los Doce Pasos de los Alcohólicos Anónimos. El resultado es un paradigma psico-espiritual integral que comienza en la herida y termina, si una persona está dispuesta a llevarlo tan lejos, en la unión transformadora. Él lo llama la Terapia Divina.

Referencia: Bourgeault, Cynthia. Centering Prayer and Inner Awakening. Cowley Publications, 2004, p.91-99. 

Concepto de Sabiduría

Cynthia Bourgeault dice que: “La sabiduría no es saber más sino saber más de uno mismo”. Esto nos abre una redirección fundamental de nuestros esfuerzos por conocer y comprender el significado y el propósito de la vida. Con anterioridad, hemos confiado en nuestro cerebro de pensamiento racional para abordar las grandes preguntas de la vida. Pero con el trabajo de Sabiduría se añade el uso de nuestros corazones y nuestros cuerpos también.

La Sabiduría es más profunda que cualquier expresión religiosa en un sentido real. Es más bien la corriente subterránea profunda que conecta todas las religiones del mundo y de la cual fluye desde el manantial subterráneo de la realidad unitiva.

Tal vez podamos decir que la Sabiduría no representa el qué en términos del contenido de un sistema de creencias en particular, sino más bien el cómo en términos de la forma en que las cosas se expresan cuando descienden al nivel de lo unitivo. De todos modos, en lugar de vincularse exclusivamente con cualquier sistema religioso, la Sabiduría es explícitamente interreligiosa. Pero la profundidad que marca esta Sabiduría es cualitativamente diferente de lo que se encuentra cerca y por encima de la superficie. Allí, sobre la superficie, las diversas tradiciones espirituales se distinguen por diferencias significativas en creencias, rituales y teologías. Pero en las profundidades de la Sabiduría todos se unen a través de la comprensión unitiva que une toda la vida en una totalidad profunda.

Como cristianos, podríamos afirmar que nuestra religión proporciona ese lugar de dónde viene la Sabiduría. Podemos tener la profunda sensación de que Jesús mismo encarnó esta Sabiduría. De hecho, el título principal que se le dio a Jesús fue el de moshelim, es decir, un maestro de Sabiduría, y enseñó en mashal, es decir, parábolas y dichos de Sabiduría. El mismo parecía la personificación de la Sabiduría, moviéndose por la vida con un corazón lleno de compasión, generosidad y amor. Sin embargo, no todos captaron sus acciones o sus enseñanzas. Algunos de sus oyentes lo entendieron, pero la gran mayoría no. Incluso la gente, que a veces parecía captar el mensaje que estaba transmitiendo, no siempre fue capaz de mantener este entendimiento.

Jesús, el maestro de la Sabiduría, no implora a sus oyentes que sean mejores y más rectos ciudadanos; sino, les trata de convencer y les suplica que despierten. Nunca predicó una vida moral recta para ser vivida en esta vida a fin de ganar la entrada al cielo en la próxima vida. Por el contrario, invitaba a sus oyentes para que se dieran cuenta que el reino de los cielos está aquí mismo, en el momento presente.

Los amigos y seguidores que parecían captar la Sabiduría del maestro parecían haberlo hecho porque su nivel de ser se elevó, al menos temporalmente, a un punto en el que podían resonar con la frecuencia de la Sabiduría que él estaba enseñando y transmitiendo y su verdad tocó lo más profundo de sus corazones. Además, su presencia les proporcionó una especie de alquimia divina que los llevó a un sentido de unión generalizado. A través de esta experiencia fueron transformados de adentro hacia afuera.

La apertura a toda la profundidad de la Sabiduría del Evangelio requiere la receptividad de un cierto estado mental o un cierto estado de ser. Sin eso, la Sabiduría de Jesús no puede ser recibida. Cuando pasas a las profundas verdades de la Sabiduría de Jesús solo a través de la mente pequeña, todo lo que obtienes es una consolidación más profunda en lo que ya creías sin ocurrir la transformación que le acompaña.

Este entendimiento ha sido trágicamente pasado por alto en Occidente. Comenzando con las controversias doctrinales de los siglos tercero y cuarto, la Iglesia ha hecho de nuestra fe una cuestión de creencia mental, y nuestra tradición se ha vuelto excesivamente influenciada por credos y declaraciones doctrinales de creencia y no guiada por la verdad espiritual real que nace de la experiencia.

Por lo tanto, el trabajo de Sabiduría es un esfuerzo para regresar a los fundamentos esenciales de la experiencia de nuestra fe cristiana. Esto no quiere decir que ignoremos, neguemos o subestimamos la gracia, sino que debemos de ser instrumentos de recepción y transmisión del amor de Dios.

El reino del que habla Jesús requiere que empleemos un nuevo sistema operativo que pueda realizar operaciones de un orden completamente diferente. Cuando este sistema está en funcionamiento es posible una forma completamente nueva de ver y donde se puede acceder al ser de uno a nivel mucho más alto. Este nuevo sistema lo podemos llamar el sistema operativo del corazón.

 El trabajo de Sabiduría implica crecer más allá de nuestras mentes pequeñas para entrar en nuestras mentes más grandes o sea nuestros corazones. Por lo tanto, el trabajo de la Sabiduría no es cancelar el sistema operativo egoico de la mente más pequeña, es más bien ayudarnos a desarrollar el sistema operativo del corazón de la mente más grande, que ya tenemos pero que se encuentra en forma adormecida, y de lograr la integración de estos dos sistemas en nuestro ser.

[1] Cynthia Bourgeault, An Introductory Wisdom School: Course Transcript and Companion Guide (Wisdom Way of Knowing: 2017), 2.

[2] William Redfield. Notes from the program From Self to Other. September 18, 2022 

https://www.williamredfield.com

Co-Create the Cosmos together with God

“[T]he peacemaker is one who has established peace within oneself. Peace is not a naïve simplicity, but the perfect harmony of immense complexity. It is the delicate balance of all the faculties of human nature totally subject to God’s will and transformed by Divine Love into a finely tuned instrument.

“Peacemaking is the normal overflow of rootedness in Christ. Peacemakers are those who have the assurance of being the children of God. They are ones who in a sense are God acting in the world. They pour into the world the being they have received from God, which is a share in God’s divine nature.

“Today, God seems to be urging us to take more initiative in dealing with global problems and to take part in the transformation of society, beginning of course, with what is closest to us. … The power of the stars is nothing compared to the energy of a person whose will has been freed from the false-self system and who is thus enabled to co-create the cosmos together with God. … The commitment to the spiritual journey is not a commitment to pure joy, but to taking responsibility for the whole human family, its needs and destiny. We are not our own; we belong to everyone else.”
– Thomas Keating, The Mystery of Christ

Page 104

About this edition

ISBN: 9781441114907, 1441114904

Page count: 142

Published: July 15, 2010

Format: Ebook

Publisher: Bloomsbury Publishing

Language: English

Author: Thomas Keating

It is called Transformation

Contemplative sitting alone or with others—silence and the breath–invite us to rest in that very reality, sinking deeply into it until we come out on the other side of it.  “Where is that?” you might be asking.  A state of mind and heart which, believe it or not, rests, or even glories, in the reality of being simply human, knowing that each of us and all of us–the Universe itself–are held in the benevolent embrace of Divine Love. This love, actually experienced in deep contemplative silence, releases in the unconscious what is held in bondage, little by little, making new freedom possible.  We come to see what we thought was un-seeable.  We welcome that which we never knew.  It’s called transformation and it is the kiss of the Divine.

Nancy Sylvester, IHM Institute for Communal Contemplation and Dialogue. June 6, 2019